miércoles, 31 de diciembre de 2008

Nosotras

Habíamos enviado mil mensajes de texto. Habíamos hablado incansables horas por teléfono. Habíamos escrito tantos mails... Pero hace muchos años que no nos vemos.
Reír fue una constante, ya desde el viaje hasta nuestro encuentro. Las tres en el auto de Elena nos dirigimos a la ciudad donde habíamos cursado la secundaria. Nos aseguramos de estacionar el auto a media cuadra de la escuela. No fue al azar. Queríamos caminar esa vereda. Sentir el aroma de los eucaliptos añejos nos transportaría a la adolescencia. El edificio altísimo y señorial destilaría recuerdos. Pasaríamos de largo, no sin antes observar los cambios que trajera el tiempo. Nos imaginamos corriendo por el patio porque era la hora de entrar a clase y nosotras nos habíamos demorado, peinándonos en el baño.
Seguimos caminando. Espiamos el barcito donde terminábamos la tarea. Ya no era el mismo. Ahora tenía wi –fi . Elegimos un lugar nuevo, pequeño y cálido para traer a la mesa los recuerdos. Hablaríamos de aquellos años y de nuestros presentes. Contaríamos nuestras vivencias con los amores y también con los desamores. Hablar de nuestros hijos sería central en nuestra charla. Alegrías, angustias, logros, errores. Haber vivido juntas aquellos años de nuestras vidas nos había unido para siempre. Sentíamos que éramos las mismas. Sentíamos que nunca nos habíamos separado. La vida nos marcó caminos diferentes, historias dispares. Algunas vivimos días felices, otras no tanto.
Si aquella reunión se hubiese producido años antes, estoy segura, no la habríamos disfrutado con tanta intensidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario