domingo, 27 de septiembre de 2009

Intento fallido


El sol se oculta en el horizonte. El océano está calmo y las olas se acercan a la orilla como pidiendo permiso. Un grupo de gaviotas revolotean inquietas sobre unas migajas de pan que están sobre la arena húmeda. La brisa es muy fría y eriza la piel de los tres niños que caminan rumbo al muelle. Sus narices están enrojecidas, van tomados de las manos. Visten pantalones abrigados, camperas y gorras que cubren sus orejas. También llevan sus elementos de pesca: unas enormes cañas de pescar y una especie de canasta que desborda de cosas.
Cuando llegan al sector del muelle, comienzan a subir lentamente los escalones que los llevarán al lugar donde están los pescadores. Con dificultad logran subir las cañas y los demás elementos. El mar se alborota y las olas golpean los pilares de concreto. En ese momento un hombre muy alto con una enorme campera negra y un sombrero de pescador les impide el paso. Con un gesto de su mano huesuda les indica que no pueden ir al muelle. Las caras de desilusión de los niños no logran convencer al hombre. Uno de los niños se enoja e intentando cubrir a los más pequeños con su cuerpo, le hace frente al hombre. Éste se sorprende e intenta tomar los hombros del niño con sus manos. Pero, el niño le da una certera patada en los tobillos. El hombre no es lo suficientemente hábil ni rápido y el niño logra escapar seguido de los otros dos. Corriendo y arrastrando las cosas a su paso bajan las escaleras. El hombre, enfurecido, los persigue. Les grita muy fuerte. Lejos de asustarse los chicos se mueren de risa. Esto enoja aún más al pescador que corre tras ellos. En el furor de la huída, uno de los chicos pierde una zapatilla. Intenta volver a buscarla pero los otros dos lo toman del brazo y le señalan la proximidad de su enemigo. Los acecha.
Corren unos minutos más. Luego se detienen para mirar al hombre que está agachado, como si le faltara el aire. Ellos, jóvenes y vivaces, siguen corriendo hacia su seguridad. Ya camino a casa rompen el silencio.
- Papá nos dijo que no nos iban a dejar entrar solos al muelle.
- Sí, pero vos ya sos grande.
- Y sí, ayer cumplí siete pero ese señor no lo sabe.
El cielo está azul oscuro y una vez más el mar se aquieta. Una última gaviota vuela a guarecerse y los niños dejan la playa. Juntos los tres caminan más tranquilos. Sus caritas felices dan cuenta de su aventura.