miércoles, 31 de diciembre de 2008

Encuentro


Cuando entró a aquel viejo bodegón, un aroma a madera le invadió los pulmones. Era la madera añosa del piso de machimbre marrón oscuro la que olía, pero también la del barril que divisaba junto al mostrador. Recorrió el techo con su mirada y observó grandes faroles que pendían de sogas gruesas.
Estaba nervioso, sabía que ese día sería especial. El encuentro era a las siete de la tarde. Había elegido cuidadosamente su camisa blanca y el pantalón azul que le sentaba bien. No quería dejar ningún detalle librado al azar. Incluso pensó en las palabras justas para decir en el instante en que se encontrarían. A pesar de sus esfuerzos por controlar la situación, él no se sentía preparado para vivir ese momento. Sin embargo, ahogó su ansiedad y caminó lentamente como queriendo retrasar el encuentro.
Prestó atención a una de las mesas. Había simplemente un vaso de vidrio grueso y pesado a medio llenar, con agua. Un hombre mayor sostenía sus anteojos en su mano izquierda, preparándose para leer. Parecía ausente, con la vista fija en su libro de tapas roídas. Sus pensamientos lo llevarían al pasado. Lo miró detenidamente. Habían pasado tantos años… Era él, tenía que ser él. Se detuvo junto a esa mesa y se olvidó de todo lo ensayado.
Entonces el viejo piano del bodegón comenzó a sonar. Una dulce melodía llamaba al recuerdo. Sus ojos se encontraron y no fueron necesarias las palabras.
Justificar a ambos lados



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