El
sonido del timbre salvador, los compañeros, las horas libres, las clases con
los profes que más queríamos, el viaje a Bariloche…Cierro los ojos y me
transporto al patio del colegio. Estoy parado charlando con un grupo de compañeros
sobre todo los que nos faltó estudiar para la prueba de historia. Nos damos
ánimos mutuamente. ¡No puede ser tan difícil! Vos decís eso porque tenés todo
diez pero a mí ¡a mi me tiene bronca!
Diálogos
disparatados que quedaron en el pasado pero que nunca voy a olvidar. Como
tampoco olvidaré mi aula de quinto año, la más importante porque allí soñé con
mi vida, con una novia, con mi futura carrera y allí también la pasé bien a
pesar de las quejas cuando teníamos que estudiar mucho, de las quejas de las
evaluaciones, de las quejas por los trabajos prácticos inalcanzables, quejas,
quejas, quejas.
No
sabía que después venía la vida de verdad y ahora a la distancia me doy cuenta
que la pasábamos muy bien, que no teníamos mayores conflictos.
Volver
a la escuela es sentir nuestra
adolescencia, es revivir los años de nuestra juventud cuando la música era un baluarte
y nuestros ídolos nunca nos defraudaban.
Volver
a la escuela es un escalofrío por los años pasados pero ganados en experiencia.
Volver
a la escuela es tener sentimientos encontrados, de alegría, de tristeza.
Volver
a la escuela es querer recordar con los compañeros los momentos vividos,
las broncas, las euforias.
Dudo una y mil veces . Finalmente decido volver a la escuela, para participar del reencuentro.