Para el Gran Zaiper
Las dulces notas brotaban del violín de Grete. Los inquilinos disfrutaban del concierto.
Gregor absorbió lentamente la melodía que envolvía la casa. Comenzó a deslizarse. Salió de detrás del sofá que lo ocultaba. Le gustaba la música. Siempre le había gustado. Su aspecto cambiaba al compás del violín. Ya no tenía el cuerpo de un escarabajo. Ya no sentía dolor. Era Gregor, el hombre, otra vez. Ingresó tímidamente al lugar de donde provenía la música. Lo vieron. En ese instante decidió que ya no formaba parte de esa familia.
Gregor absorbió lentamente la melodía que envolvía la casa. Comenzó a deslizarse. Salió de detrás del sofá que lo ocultaba. Le gustaba la música. Siempre le había gustado. Su aspecto cambiaba al compás del violín. Ya no tenía el cuerpo de un escarabajo. Ya no sentía dolor. Era Gregor, el hombre, otra vez. Ingresó tímidamente al lugar de donde provenía la música. Lo vieron. En ese instante decidió que ya no formaba parte de esa familia.
¡Buenisimo, Silvina! Totalmente desmetarmofoseado. Pienso en Gegorio Samsa y el karma que tenia por familia. En tu texto, Gregor se da cuenta y decide no seguir formando parte. ¡Reingenioso!
ResponderEliminarBesos
Gracias, Bea! Fue intenso lo de los Samsa.
ResponderEliminarCelebro que te guste.
Cariños, Sil.
Gracias miles por dedicárme este texto.
ResponderEliminarMe gustó este final. El personaje se metamorfosea entre músicas y miradas sin importancia. Tiene mucha síntesis. Las palabras elegidas son imágenes muy vívidas y trasladan a la escena. El personaje se deja llevar por el instrumento, se "desinsectiza" y desencapsula su represión. Entonces viene la decisión de no pertenecer. No ser parte del concierto familiar, jerarquizando su existencia. Muy bueno silvina1
ResponderEliminarSilvina:
ResponderEliminarYo también elijo este final. Ya te había dicho que me gustó mucho, y entre otras cosas, porque estuviste atrevida en la elección... hay que estar segura para meterse con Kafka!!!
Muy bien!
Sebas, merecida dedicatoria!
ResponderEliminarIvan y Keiko, gracias otra vez!
Un beso para los tres, Sil.