sábado, 2 de mayo de 2009

El paseador de la oscuridad

Cuando no quedan rastros del día y las almas se guarecen de la noche, el paseador de la oscuridad se aventura a las calles de la ciudad. No tiene un rumbo fijo, cruza la plaza distraído. Una pareja se confunde en caricias sin fin. Un ave en vuelo se apresura a llegar a su nido. Se siente una brisa fresca que hace revolotear a las hojas secas de otoño. Las intenta detener con su pie. No puede. Huyen rápidamente. Mira hacia arriba y ve los despojos del cielo.
Su condición lo obliga a buscar algo que lo llena de culpa. Sabe, sin embargo que vive inmerso en una comunidad pecaminosa. Un grupo de adolescentes caminan despreocupados por la vereda de enfrente. Se divierten.
Su andar es lento, confiado. Observa los edificios que lo rodean. Piensa en los hombres y mujeres que los habitan. Se detiene porque intuye que acaba de encontrar lo que necesita. Huele su alimento. Está cerca. La sangre de su víctima lo atrae. Da unos pocos pasos y ataca. Tiene que sobrevivir. Como todos.

4 comentarios:

  1. Sil:

    ¡esta sos vos!

    ¡me encantó!...

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  2. ¡Epa! Un texto que da escalofrios. Me gusto mucho.
    Cariños.
    Bea

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  3. Keiko, Bea:

    Agradezco los comentarios...

    ...me ayudan a crecer!

    Besos, Sil.

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  4. Genial me pareció el juego de la oscuridad personificada o el personaje envuelto en la oscuridad.
    NO me imaginaba el final, como si el terror me hubiese alcanzado en el último respiro.

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