sábado, 6 de junio de 2009

Esos fríos ojos claros

Sus manos jóvenes y cuidadas no le permitían asirse de las paredes. La caída era cada vez más vertiginosa. Caía.
Se despertó con un grito. Su propio grito, como tantas otras veces. El sueño se le repetía desde el primer cuatrimestre de la universidad. Se duchó rápidamente y se dirigió a su trabajo.
Había dejado de ser la mujer segura, la mujer que transmitía tranquilidad a quienes la rodeaban. Cualquier palabra fuera de tono le molestaba y vivía la situación como un ataque hacia su persona. Sus colegas de la facultad la habían notado irascible. Resultaba difícil sostener una charla de compañeros con ella.
Cuando terminó una se sus clases, se le acercó un alumno. Era alto, delgado, muy joven.
- Sé por lo que estás pasando- Le dijo sin mediar explicación alguna.
Ella lo miró asombrada y no pudo decir una sola palabra. Inmediatamente pensó en su sueño recurrente y su estado de irritabilidad.
-Se cómo son tus sueños y cómo te hacen sentir.- agregó el estudiante.
Ella lo miró. Recorrió sus cejas, su nariz, sus pómulos. Notó que sus facciones eran fuertes y agresivas. No había reparado en él en lo que había transcurrido del cuatrimestre. Ni por sus aptitudes, ni por su fisonomía. Tenía ojos grandes, claros y fríos.
- No se de que me estás hablando, y en todo caso mi función es únicamente académica- le aclaró y sin otorgar espacio para continuar al diálogo se dirigió hacia la sala de profesores.
Estaba más irritada que nunca. ¿Quién era ese muchacho? Su estado de ansiedad no le permitía pensar claramente. Tampoco se atrevía a compartir lo sucedido con otro profesor o con algún amigo. Ahora, vivía una pesadilla de noche y se preparaba para vivir otra, de día.
Caía la noche y la angustia se apoderaba de ella. Decidió prepararse algo para cenar. Abrió la heladera. Vacía. Había dejado de lado su costumbre de organizar las compras. La inquietaban los cambios en sus rutinas. Todo tenía un motivo. Entonces optó por llamar a un delivery.
Después de cenar eligió una película. Era evidente que trataba de evitar el sueño. El cansancio pudo más. Cayó rendida en el sofá del living. Otra vez la caída y en la más profunda oscuridad. Lo único que iluminaba su caída eran un par de ojos. Claros. Fríos. Amenazantes. Escuchó una voz que le decía: “No me vuelvas a ignorar”.

1 comentario:

  1. Evitar dormir no es la mejor manera de impedir los sueños, algunas veces es necesario enfentar a los fantasmas.

    Un beso.

    ResponderEliminar